Nuestra próxima lectura aborda la vida de una niña en un pueblo de la frontera pirenaica. La autora describe con una gran belleza poética y sin dramatismo la realidad que le rodea y el mundo onírico que ella misma ha creado para superar los miedos de la infancia que la acechan. Un mundo lleno de magia y emociones, sutil y delicado, en el que se refugiará cada vez que las cosas se pongan difíciles. La novela ha sido acogida con excelentes críticas, algunas insuperables. Entre ellas, la reseña que transcribimos a continuación:
"Resulta inhabitual que una primera novela alcance las cimas de perfección y consiga transmitir emociones al lector por la intensidad con que están escritas y la belleza literaria que llevan dentro. La perdiz blanca es un rara avis, como su mismo título indica, un espécimen extraordinario de esas características, sorpresa y goce, uno de esos libros que caen aleatoriamente en mis manos y que no tengo el más mínimo reparo en recomendar con entusiasmo porque sería una lástima que esta joya, tallada con delicadeza por las finas manos de Cecilia Bardají, pasara desapercibida, quedara en el olvido.
"Resulta inhabitual que una primera novela alcance las cimas de perfección y consiga transmitir emociones al lector por la intensidad con que están escritas y la belleza literaria que llevan dentro. La perdiz blanca es un rara avis, como su mismo título indica, un espécimen extraordinario de esas características, sorpresa y goce, uno de esos libros que caen aleatoriamente en mis manos y que no tengo el más mínimo reparo en recomendar con entusiasmo porque sería una lástima que esta joya, tallada con delicadeza por las finas manos de Cecilia Bardají, pasara desapercibida, quedara en el olvido.
Una niña es la narradora de esta historia que transcurre en las estribaciones pirenaicas de la Maladeta, los montes Malditos y, a través de sus ojos y sus reflexiones, el lector entrará con ella en el mundo complejo y fantástico de la infancia y percibirá la realidad que le rodea bajo su prisma. Es una niña que vive en un ambiente rural, que tiene una madre abnegada que trabaja en el hogar, para que la familia sea feliz, y un padre cazador y brusco al que todos, en la familia, detestan.
Para mi padre, ausente dos días de caza por los montes, ojalá se pierda en uno de ellos, no habrá canelones; el desprecia estas comidas no propias de su tierra.
Para mi padre, ausente dos días de caza por los montes, ojalá se pierda en uno de ellos, no habrá canelones; el desprecia estas comidas no propias de su tierra.
No es una novela en la que sucedan grandes cosas, no hay tremendismo rural, aunque si violencia soterrada que flota en el ambiente, sino mirada interior, paisaje admirablemente descrito, recreación de escenarios que resultan tan visuales como táctiles u olfativos, descripción de personajes tamizados siempre por esa mirada infantil, y fantasía, como la de la misma protagonista que cree que su cuerpo está invadido por hormigas e incluso siente, y lo transmite al lector, su correteo por el interior de su cuerpo.
El misterio de la muerte, los despertares a la sensualidad, cuando se encierra en un cuarto con unas amigas e inician exploraciones corporales, la visión del padre como algo ajeno y destructor de la armonía familiar, con quien apenas cruza algún monosílabo la protagonista, las muchas horas de soledad y ensimismamiento que se producen en la vida de esa niña que se fabrica su propia realidad para rehuirla, los narra Cecilia Bardají con prosa bellísima y cuidada que se ajusta de forma milimétrica a lo narrado, que nunca desafina, porque en La perdiz blanca la literatura se hace música, en ninguno de sus compases.
Hace muchos años Juan Marsé me dio una de las claves de su literatura. Una novela tiene que sonar bien al leerla, hay que acertar con la palabra exacta, y huir del sonajero y de lo artificial. Cómo se consigue eso es la magia de la literatura y no aparece escrito en ningún manual porque es un don. Y eso es lo que hay en la prosa modélica de esta novela.
Ya no abre los ojos la abuela, ni habla ni contesta. A menudo su mandíbula inferior se descuelga y descansa inerte sobre su pecho. En ocasiones silba como si dentro de su boca hospedara todas las llaves que penden de su cuello y a través de cada uno de los ojos de ellas corriera el aire. No entiendo por qué la Muerte se lo rumia tanto, si esta vieja no es rival digno de tenerse en cuenta.
La novela se cierra con la preparación de un manjar a base de canelones, plato festivo en Cataluña y Aragón, descrito con el mismo énfasis, detallismo y riqueza literaria que El festín de Babette de Isak Dinnesen, una jornada que termina con el final de ese trayecto iniciático que es la infancia, con el definitivo adiós a toda inocencia.
A partir de aquel atardecer y sueño sin fortuna, las lágrimas no corrieron nunca más de la fuente de mis ojos, porque mi corazón y mi pecho se secaron. Desde entonces y definitivamente fueron uno y otro campo yermo desprovisto de alimento. Solo las hormigas permanecen habitando ambos lugares…
Una maravillosa novela de una calidad literaria extraordinaria. Ahora sólo le hace falta el reconocimiento, algo que tantas veces resulta esquivo y es otro misterio que uno tampoco encuentra en ningún manual".
José Luis Muñoz, publicado el 29 de julio del 2010 (www.masquepalabras.info)
José Luis Muñoz, publicado el 29 de julio del 2010 (www.masquepalabras.info)
El libro es un tributo a la vida de la infancia, al presente sin timpo de la memoria. El tiempo está petrificado en la memoria de quien cuenta la hiatoria y se cuenta. Todo el libro, en efecto, tiene la fuerza brutal de los sueños, en que los límites entre la realidad y la ficción se pierden , y la historia emerge como una señal acaso sin sentido, o que lleva un sentido en si misma- como en los sueños.
ResponderEliminarEl libro es también un tributo a un territorio , a un país, a un pueblo, al mundo al que se pertenece que es el de la infancia, y está poblado de vivencias, recuerdos, lugares y ensueños.
Todo el libro , a pesar de su dureza, tiene el lirismo del tiempo, del misterio petrificado, del recuerdo y del adiós, que se entrecruzan y acaso , contada la historia, se pierden o se transforman.
La palabra dicha emerge como una realidad en sí, como un símbolo, en que la realidad deviene otra , aquella dicha o tan solo imaginada.
En un mismo plano de realidad están la realidad vivida y la fantaseada, ambas contadas como una ficción de la realidad, como una realidad devenida ficción ( que vive en el recuerdo y en las interpretaciones , como los sueños y sus significados escurridizos).
La historia dicha y rehecha mil veces y que toma cuerpo en el acto de nombrarla y transformarla.
El fondo de realidad da lugar a un relato que abre un sentido.
Novela también de iniciación a la vida desde la infancia desvalida, poblada de luces y sombras . Descubrimiento del exterior- el valle, el río...- que se confunde con lo interior- el simbolismo del agua, las hormigas que recorren el interior de la niña...- . Expresión mágica de una mirada asombrada y desencantada a la vez que descubre la vida.
Como en los sueños , en efecto, los sueños de la niña- la realidad imaginada- la historia contada, ella misma fabulada, no se sabe qué es real y qué es imaginario, qué es fuera, qué es dentro, qué es vivo o qué inerte.
El mundo exterior, el río potente que todo lo lleva, el agua estancada...todos lo simbolismos de la naturaleza, la casa resguardada en lo alto , inaccesible al dolor, a la realidad lacerante...todo ese mundo.
El lenguaje mismo se sitúa en ese plano onírico, de ahí la fuerza del libro; es un libro que cuenta y que se cuenta a si mismo, un circulo dentro de otro circulo, que contiene otro circulo; un significado sobre un significado, acaso tan solo un significante, la historia misma.
Destacar la terneza de la figura de la madre, con la que la niña se identifica y se distancia a la vez, partida en dos, escindida entre el mundo de fuera ( la abula, el padre )y el mundo de dentro ( los afectos clausurados) . La protagonista duda entre dejarse llevar por su doble a un destino prefigurado o volar, como la perdiz blanca, a un lugar incierto que acaso habite en el futuro, un lugar no se sabe si frío y inhóspito o quizás tan sólo distinto.
Una gran novela, una magnifica autora.
La perdiz blanca es una obra de arte.
ResponderEliminarSin lugar a dudas, es un libro muy bien escrito, uno de los mejores que han caído en mis manos.
Cada palabra está escogida con mimo y precisión y cada oración está estructurada con una calidad literaria extrema.
El libro es un todo que te lleva al mundo imaginario de una niña que convive con una madre dulce y culta y con un padre y una abuela opresivos y grises.
Durante mi infancia, mi adolescencia, mi juventud e incluso ahora recurro fácilmente a mi mundo imaginario. Mi mundo interior es fantástico, intimo, y como la niña del libro paseo por él a menudo. Incluso ahora, cuando me apetece obviar, durante unos minutos, mi realidad me sumerjo en mis pensamientos irreales.
Supongo que como yo hay muchas personas que tienen un mundo paralelo, que de vez en cuando, gustan visitar. Este libro, bien podría ir dedicado a este tipo de personas que como yo desarrollan en la imaginación, mil historias apasionantes que se cruzan con la realidad, una realidad que también es maravillosa.